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Nota
Certificar: Dicho de una autoridad competente: Hacer constar por escrito una realidad de hecho (Real Academia Española). Para que se entienda en “criollo”, cuando una tercera parte objetiva, da por válido un proceso, un estándar o una manera de hacer las cosas.
Existen diversos tipos de certificación. Por ejemplo, las más genéricas que certifican calidad, salud y gestión ambiental, como ISO 9001, OHSAS 18001, ISO 14001 (IRAM) O las hay más específicas que certifican la actividad puntual a la que hace referencia, como alimentos (HAACP- SENASA), soja (RTRS), entre otras.
En mi contacto con las PyMEs muchos empresarios me preguntan: ¿Vale la pena certificar? ¿De qué sirve? A lo que mi respuesta es: DEPENDE PARA QUÉ. Hay que tener en claro qué se quiere lograr con una certificación.
En un mundo de negocios competitivo y dinámico como el actual, la certificación muchas veces es una NECESIDAD, un REQUISITO para vender en empresas que requieren como condición en sus Políticas de Compras, que sus proveedores cuenten con certificación (ya sea del sistema de gestión en general o de alguna certificación específica). En este caso sí es imprescindible ya que implica una apertura a nuevas posibilidades, a acceder a otro tipo de clientes cuya puerta se abre con el certificado.
La pregunta es, si nadie me lo pide ¿lo hago igual? Acá me la juego y digo que sí. ¿Por qué sí? Mi filosofía personal es que ¡Hay que estar siempre listo! en caso de que alguna de estas oportunidades puedan surgir. Por otro lado, la implementación de un buen sistema de gestión aporta valor en sí mismo. Registros objetivos, mejora continua, revisión y seguimiento, son todos elementos que tienen que existir en un buen sistema de gestión (lo que llamo Orden Interno). El hecho de contar con ellos y poder a partir de allí tomar decisiones, tiene valor en sí mismo. El orden y la sistematización además ayuda a la escalabilidad del negocio.
Habiendo cumplido con el primer paso de tomar la decisión, ahora surge ¿Qué tengo que hacer para certificar? DEPENDE (ya se, los abogados siempre contestamos lo mismo). Hay que ver qué norma se quiere certificar, si tiene o no requerimientos específicos, pero básicamente se requiere DE BASE, tener un orden interno. Muchas veces ese orden interno puede tardar 6 meses, 1 año o más en lograrse, depende de cuán ordenados y prolijos venían siendo. Otras veces lograr certificar implica una inversión en relación con la manera de hacer las cosas, inversión en infraestructura (ej. reemplazo de determinados materiales por nuevos con mejores condiciones, en procesos para cambiar la calidad final de los productos, y tantas otras) y hay que evaluar en cada caso si conviene hacerlo o no.
En definitiva, considero que para que una empresa esté pensando en certificar, debe existir una decisión interna de dónde se quieren implementar buenas prácticas. ¿A qué me refiero con esto? A contar con procesos claros, indicadores de gestión (registro), seguimiento de los mismos, revisión permanente de estándares, entre otros.
Puede sonar a obviedad, pero certificarse por la certificación en sí misma y no por una convicción de fondo de estar dispuesto a que “una autoridad competente haga constar por escrito una determinada manera de hacer las cosas”, es- a mi juicio- no sólo un desperdicio económico sino un desgaste que va mucho más allá. Esto es como el “SER” y “PARECER”. Aquella empresa que quiera “PARECER” lo que realmente no es, o no pueda sostener, se va a encontrar con situaciones complejas, agregando tareas extra y cuestiones burocráticas que van a ser siempre una carga. Cuando la convicción está en “SER”, de acuerdo con la identidad y los objetivos claros definidos en la misma, la certificación (todo el proceso hacia la misma) va a ser una herramienta por demás valiosa en el camino a recorrer. La ventaja que tiene, es que una vez implementado, basado en el concepto de Mejora Continua, no queda otra opción que mejorar.

Último Taller APS
Llevamos a cabo el taller con dos de los tambos de Maria Teresa Sur SRL. 26 miembros de los equipos de Tambo 1, Don Arnaldo y La Oración. 30 de Agosto, Buenos Aires